Autismo: “Te contaré lo que pasa cuando pierdo el control de mi mente”

Queridos lectores, en el artículo pasado expliqué lo que me sucede cuando estoy bajo un ataque sensorial y hoy me gustaría hablarles en cambio sobre la pérdida de control de la mente.
Creo que las personas sin autismo tienen un control mental fantástico. Claro, a veces pueden tener pensamientos compulsivos, y algunos pueden tener ataques de pánico, pero eso no significa que la gran mayoría, la gran mayoría de las veces, no controlen su mente y puedan hacer lo que quieran con ella.
Para mí, como persona autista, este no es el caso y mi control de mi mente es mucho más inestable.
Por ejemplo, si sufro un ataque sensorial, podría taparme los oídos con las manos, darme un puñetazo en la cabeza o gritar, pero no soy yo quien decide hacer estas cosas. Es que, al estar mi mente saturada en su limitada capacidad para tolerar percepciones sensoriales excesivas, se escapa de mi control y me lleva a hacer cosas que no haría, y que son, en sí mismas, percepciones sensoriales que deben reemplazar a las que generaron la crisis.
Diario de un niño autista: El archivo completoSeguramente algunas personas no autistas podrían encontrar todo esto aterrador y perturbador, pero quiero asegurarles que nací así y vivo muy bien con ello. Si quieren ayudarme, produzcan menos estímulos, pues a menudo, incluso sin darse cuenta, son grandes contaminantes perceptivos.
Lo mío no es locura, sino neurodiversidad. No estás solo en el universo y ni siquiera tienes que buscar otra vida inteligente a años luz de distancia. Mucho más cerca, estamos los autistas. Hay vida autista en el planeta Tierra y no pareceríamos personas destrozadas si no hubiera todo este alboroto neurotípico.
Pierdo el control de mi mente en muchas otras situaciones y me encuentro atrapado repitiendo una y otra vez la última palabra que escuché, o caigo en estereotipos, pero dejaré esto como ejercicio.
Observa a una persona autista. ¿Qué le hace perder el control de su mente?
El autismo es fácil de entender. Simplemente deja de sentirte bien y de pensar mal.
A partir de ahí todo va cuesta abajo.
La Repubblica